Paula Antón González es Diplomada en Trabajo Social por la Universidad de Valladolid y siempre quiso dedicarse al colectivo de personas mayores. Es por ello que complementó su formación con un Master en Gerontología en la Universidad de Salamanca, donde consiguió una beca para complementar sus estudios en EE.UU., concretamente en el Departamento de Gerontología de Miami University en Ohio, donde hizo prácticas en diferentes residencias y pudo conocer distintos y pioneros modelos de atención. Lleva más de 20 años trabajando y gestionando servicios de atención a este colectivo, tales como ayuda a domicilio o residencias. Ha pasado por diferentes puestos dentro de las organizaciones, como trabajadora social, coordinadora de servicios, supervisora y directora. Actualmente es la directora de la Residencia de Yécora (Álava), gestionada por el Grupo Lagunduz y la Fundación Salud y Comunidad (FSC).
– Paula, ¿cómo fueron tus inicios en FSC y cuánto tiempo llevas trabajando en la entidad?
Conocí FSC al comenzar a trabajar en la Residencia de Yécora, en julio de 2018. Mi incorporación fue muy rápida, era verano. Entonces, Carmen Poveda, subdirectora del Área de Atención a la Dependencia y Atención a la Infancia y la Adolescencia, estaba buscando directora para el centro desde hacía semanas y, por casualidad, me enteré de que el puesto estaba vacante y contacté con ella para que me entrevistara. El resultado fue que me encantó el proyecto, me incorporé enseguida y hasta hoy. Para mí supuso una gran oportunidad continuar con mi trayectoria profesional, y poder seguir conciliando con mi vida personal y familiar.
– Cuentas además con una larga trayectoria profesional como directora de residencias de atención a personas mayores en las comunidades autónomas de Castilla y León y de La Rioja, algunas de ellas macroresidencias…
Sí, comencé a trabajar en residencias de atención a personas mayores como trabajadora social y después, me formé para la dirección y gestión de residencias. He trabajado para grandes grupos empresariales nacionales e internacionales, y siempre en residencias de más de 150 plazas.
– Ahora, como directora de una residencia más pequeña y en el ámbito rural, ¿cómo está resultando esta experiencia?
Esta experiencia me transporta a mis orígenes familiares. El trato cercano con las familias y las gentes de Yécora, el poder dar una atención personalizada a cada usuario/a, mantener conversaciones sobre sus experiencias de vida, todo gira en torno al tiempo que va a hacer, a las labores del campo y del viñedo, a las fiestas, usos y costumbres. Me siento muy afortunada de poder desempeñar mi profesión en un ámbito que tanto me aporta y disfruto.
Además, la atención a las personas mayores en centros pequeños y dentro de su entorno social y familiar, da un plus de calidad de vida a este colectivo que no es sustituible por ningún otro.
– En todo caso, independientemente del tamaño del centro, ¿qué consideras que se requiere en un puesto de dirección como el que desempeñas?
En general, trabajar con personas mayores es muy vocacional, requiere de mucha paciencia y empatía, además de mucha fuerza y estabilidad emocional para hacer frente a la responsabilidad que supone el ejercicio de nuestra profesión.
Además, el perfil de usuario/a de las residencias cada vez es más dependiente y frágil, con procesos de enfermedad irreversibles, que conllevan un trabajo más especializado y centrado en la persona, además de la atención y acompañamiento de sus familias que sufren por no poder atenderles en sus domicilios y de ver a sus seres queridos deteriorarse.
– Respecto a los efectos que ha tenido la pandemia en las personas mayores usuarias del servicio, ¿qué destacarías, ahora ya algo más en la distancia de los peores momentos vividos en el servicio?
La privación de libertad de movimiento, al tener que permanecer en sus habitaciones, el sentimiento de soledad al no poder tener contacto personal ni físico con sus familiares, todo ello agravado en la mayoría de los casos por sus patologías asociadas al envejecimiento como la demencia, que no les permitía asimilar ni procesar qué es lo que estaba ocurriendo un día tras otro.
– ¿Qué consecuencias ha tenido la pandemia en la salud emocional de las personas mayores usuarias del servicio?, ¿y a nivel físico y cognitivo?
Las consecuencias a nivel físico y cognitivo han sido en algunos casos el agravamiento de sus patologías de base. Las personas mayores han padecido a lo largo de su historia de vida todo tipo de privaciones, además de la de libertad, por lo que es absolutamente admirable la capacidad que han tenido de aceptar las condiciones que se iban dando en cada momento y salir airosos a nivel emocional, cuando se ha podido volver a la normalidad. Las personas mayores ahora son más fuertes, más resilientes que ningún otro colectivo en la sociedad en la que vivimos.
– ¿Qué destacarías del momento actual en el que os encontráis en el servicio, con la introducción de nuevas figuras laborales?
Es muy enriquecedor poder formar un equipo multidisciplinar en centros tan pequeños, ya que posibilita en gran medida poder dedicar el tiempo que cada usuario/a necesita y hacer un seguimiento muy cercano y diario de todos los residentes por parte de todos los profesionales.
– ¿Cómo se refleja en estos momentos la atención centrada en la persona en el programa de actividades del servicio?
Desde FSC siempre ha sido prioritario el modelo de atención centrado en la persona. La residencia cuenta con espacios pequeños y acogedores, las habitaciones se pueden personalizar, lo que facilita la independencia funcional de los usuarios/as y favorece que se sientan “como en casa”.
Los programas de atención individualizada se centran en las creencias, gustos e intereses de las personas usuarias y en sus necesidades de atención dependiendo de sus patologías. Todos/as los profesionales del centro cuentan con formación en este modelo de atención y desempeñan su trabajo siempre anteponiendo las necesidades y los gustos y las costumbres de los usuarios/as en la medida de lo posible.
– Por otra parte, el envejecimiento de la población española es un hecho. A pesar de que envejecer es un gran logro social, ¿qué consecuencias consideras que traerá a medio y largo plazo?
Las mismas que conocemos y afrontamos en el momento actual. Más servicios adaptados a las necesidades de las personas mayores en cada momento del proceso de envejecimiento y más presupuesto económico por parte del Gobierno para que estén debidamente atendidas.
Es importante invertir y trabajar en la concienciación social de estilos de vida saludables, no solo a nivel físico, sino también mental y emocional.
– Parece ser que la OMS en su Clasificación Internacional de Enfermedades y Problemas de Salud Relacionados (CIE-11), tiene la intención de catalogar la vejez como enfermedad, asociando el término “vejez” (old age) a algunos síntomas o enfermedades que se dan con relativa frecuencia en las personas mayores. ¿Qué opinión te merece?
Envejecer no es una enfermedad, sino un proceso de la vida. Dentro del proceso de envejecimiento, hay personas que lo hacen de una forma saludable, con ausencia de enfermedad, y otras que lo hacen con patologías asociadas.
Dentro del proceso de envejecimiento, aumenta la fragilidad de las personas y pueden darse los grandes síndromes geriátricos que son la falta de movilidad, inestabilidad en la marcha y alto riesgo de caídas, la incontinencia y el deterioro cognitivo.
– ¿Cómo valoras el trato que la sociedad en general damos a las personas mayores ¿las respetamos y apoyamos o seguimos cayendo en actitudes “edadistas”?, ¿por qué?
La sociedad en la que vivimos se ha frivolizado de tal manera que no acepta el proceso de envejecimiento como una etapa de la vida, que cada vez es más larga pues vivimos más años y, en consecuencia, con procesos de enfermedad asociados al propio envejecimiento.
Por otro lado, hemos complicado tanto los procesos de gestión diaria de nuestras propias vidas y hogares que hemos hecho a las personas mayores menos autónomas, con menos autoestima y mayor sentimiento de soledad en sus domicilios.
– Ante estas circunstancias que describes, en tu opinión, ¿qué se puede hacer?
Creo que al igual que se está trabajando en políticas sociales de empoderamiento de otros colectivos, se debería trabajar en este, ya que, gracias al esfuerzo de las personas mayores, el resto de la sociedad disfrutamos de un Estado de Bienestar a todos los niveles que ellas han propiciado.
El respeto al colectivo de personas mayores comienza desde la educación de los niños/as y jóvenes, y eso es responsabilidad de las instituciones del Gobierno y de la sociedad, en cada uno de nuestros hogares.